Information Literacy: One Key to Education. IV

Librarians as agents of change: Working with curriculum committees using change agency theory (p 17-33)
Tiffini A. Travis
DOI: 10.1002/tl.314

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Bibliotecarios y docentes como agentes de cambio es la propuesta que hace esta autora para lograr la integración de la ALFIN en los currículos universitarios. En este artículo explica como lo consiguieron en el sistema universitario del estado de California, poniendo en marcha la teoría del agente de cambio.

Para ella esta teoría es un marco perfecto para conseguir este objetivo, tanto como herramienta de planificación como proceso de implementación, que los bibliotecarios pueden usar para desarrollar un plan estratégico de integración de la ALFIN. Aunque el proceso es lento, depende de la propia cultura de la institución y de la motivación de fuerzas externas, y tiene mucho de planificación y negociación para alcanzar unos resultados que sean favorables.

En este interesante y útil artículo, se comienza presentando las barreras al cambio, que la autora enumera:

  1. Limitada definición que los propios bibliotecarios tienen de lo que es ALFIN, ya que a menudo estos no colaboran con los docentes o lo hacen mediante relaciones personales de colaboración para la integración de la ALFIN en sus asignaturas concretas, pero estas acciones no benefician la integración de la ALFIN a nivel institucional. Únicamente mediante políticas escritas y valorando los resultados del aprendizaje del alumno es posible una uniforme y sostenible integración de la ALFIN en los curriculos.
  2. Otra de las barreras que ofrecen los propios bibliotecarios es intentar demostrar los resultados de la formación en ALFIN con las sesiones de formación aisladas que se ofrecen en las bibliotecas, cuando esto solo es posible en un ciclo completo de adquisición de conocimiento y no puede ser medido únicamente por el bibliotecario sino como parte del proceso educativo completo que recibe el alumno. Por muchas sesiones de formación que reciba el alumno, no se garantiza que esté mejor formado en ALFIN (ACRL).
  3. La barrera que presenta el docente en muchos casos es el reto de la propiedad: si un profesor no conoce bien la ALFIN difícilmente comprenderá su papel en la Universidad. En muchos casos no ven que sea algo que les afecte, [atareados como están ahora en España con el diseño de los grados y la reducción de los créditos de los departamentos]. Y en otros afirman que esas materias ya las dan ellos, la ALFIN se adquiere por serendipity y no merece un enfoque curricular estratégico. Los que si la consideran importante necesitan la presencia de un bibliotecario como agente del cambio que les haga ver la conveniencia de su integración en el currículo.
  4. Una bien conocida barrera a la integración es la cultura de la universidad y del docente, que normalmente no ve al bibliotecario como docente universitario. Es fácil encontrarse con situaciones en las que se excluye la biblioteca de las grandes reformas curriculares y la formación que ofrece la biblioteca queda al margen o a la discreción de algunos miembros de los departamentos. El cambio cultural debe contemplar que la verdadera reforma educativa va más allá de las simples habilidades básicas y que los bibliotecarios deben incluirse en iniciativas de integración de ALFIN.
  5. El tipo de cultura que predomina en cada universidad es determinante para llevar a cabo el cambio.

Contempladas estas barreras y tenidas en cuenta, la integración de la ALFIN se presenta hoy como una gran posibilidad. [Yo diría que hoy y en España es su momento]. Coincidiendo con un cambio en el método de aprendizaje, de un modelo constructivista y centrado en el alumno, un modelo de aprendizaje basado en problemas, donde el énfasis se pone en el aprendizaje no en la enseñanza, todo esto hace que los bibliotecarios se conviertan en una parte integral del desarrollo curricular, mucho mas colaborativo. Y naturalmente esta reforma tiende a integrar el ALFIN como resultado de aprendizaje más allá de los cursos de formación que la biblioteca impartía o de las colaboraciones aisladas con algunos docentes.

Y como aliado para la integración, se impone la aplicación de la teoría del agente del cambio, que se resume en los siguientes 7 roles: desarrollar la necesidad del cambio, comunicar el cambio, diagnosticar el problema, crear una intención de cambio en el cliente, traducir a la acción, estabilizar el cambio, desarrollar un comportamiento de autorenovación en la organización.

La existencia de un equipo que lidere el cambio es muy importante ya que constituye un mecanismo de coordinación horizontal a través de la Universidad, pero también lo es la figura del facilitador, que puede ser tanto bibliotecario o docente.

Para empezar a actuar, el equipo debe identificar quienes son las personas clave en la Universidad que se van a prestar con más entusiasmo al nuevo proyecto. En este sentido se definen cuatro niveles de adopción en cualquier modelo de cambio: los innovadores, los primeros adoptadores, la mayoría más temprana, la mayoría más retrasada y los retrasados. El equipo debe tener en cuenta las características de estos grupos, pero el mensaje debe ser persistente y consistente hasta que sea adoptado por la mayoría de los niveles, desde los administradores hasta los docentes.

Todos estos procesos y consideraciones se han tenido en cuenta a la hora de abordar la teoría del cambio de la ALFIN curricular en la Universidad del Estado de California.

  • Se dio un momento oportuno con el cambio de modelo docente centrado en el alumno y la necesidad de acreditación del servicio.
  • Se financió y dotó con tiempo libre a los bibliotecarios formadores, consolidando su figura de docentes.La biblioteca pasó a ser considerada unidad de docencia universitaria más que unidad de servicio al estudiante.
  • La mayoría de los departamentos universitarios participaron en el programa ALFIN de la Biblioteca.
  • Algunos Departamentos incluyeron a los bibliotecarios en la planificación de sus programas de estudios.
  • Se incluyó el ALFIN como objeto de aprendizaje dentro de la nueva política educativa universitaria.
  • El programa era supervisado por un comité docente, no bibliotecario, pero que facilitaba la colaboración entre bibliotecarios y docentes, docentes apasionados con la formación del alumno y bibliotecarios con la ALFIN.


La estrategia de intervención que se aplicó para asegurar el éxito, cumplió las siguientes seis funciones:

  1. Desarrollar, articular y comunicar una visión compartida del cambio: en el año 2004 se diseñó un programa ALFIN que identificaba los resultados de aprendizaje en el alumno de los primeros años. Los alumnos d nuevo ingreso asistían a un seminario de habilidades básicas. Avanzaban en estas competencias a través de cursos educativos en los primeros dos años de estudio. Conseguían un nivel avanzado a través de un nuevo curso al finalizar su nivel de grado. Además, los estudiantes contaban con bibliotecarios temáticos que los ayudaban en los métodos de investigación específicos de sus disciplinas. Este plan de formación fue introducido en el currículo dos años después, en 2006. La biblioteca elaboró una guía que evaluaba cualquier nuevo curso de ALFIN que se quisiera integrar en el curriculo, incluyendo un conjunto de medidas de resultados de los programas y nivel del curso. Este documento se considera de buenas prácticas en el proceso de evaluación para la certificación de cualquier nuevo o modificado curso de ALFIN.
  2. Planificar y reubicar o dotar de recursos: desde el primer momento se contó con una cierta financiación y la concesión de unas becas para el desarrollo curricular de las competencias en ALFIN en el contexto de la Universidad. Bibliotecarios y docentes fueron compensados de su colaboración en proyectos pilotos y se contrató a un estudiante para que fuera recopilando guías docentes de los departamentos y todos los bibliotecarios temáticos mapearon al curriculo las normas ACRL de sus cursos
  3. Invertir en el aprendizaje en ALFIN de los docentes, mediante cursos educativos.
  4. Mantener el pulso del cambio: muchos departamentos incluyen a los bibliotecarios en sus consejos aunque aún hay bibliotecarios que deben “evangelizar” para que se integre la ALFIN.
  5. Ofrecer una asistencia continua, para lo cual es primordial que se mantenga la financiación de las actividades ALFIN.
  6. Contexto de cambio, desarrollando una comunidad de práctica para el bibliotecario/docente, para explorar teorías de aprendizaje y desarrollar medidas de resultados en el estudiante en áreas específicas.

Para concluir, la autora insiste en que el cambio tiene que venir desde dentro y que ahora estamos viviendo un momento muy oportuno para llegar a los cuerpos docentes y convencerles de que la ALFIN debe estar en los planes de estudio. Hay que actuar de forma global y olvidarnos de una idea compartimentalizada de la formación que se da en bibliotecas, hay que encontrar la forma de escalar la ALFIN dentro del modelo global de la Universidad.

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