Information Literacy: One Key to Education. III

Reforming the undergraduate experience. Diane VanderPol, Jeanne M. Brown, Patricia Iannuzzi. DOI: 10.1002/tl.313. Full Text: PDF (Size: 96K)

En este primer capítulo se destaca el importante papel que bibliotecas y bibliotecarios tienen en la reforma de la enseñanza superior. [Estamos hablando de la ES en EEUU, cuánto más aplicable en nuestro entorno europeo son todas estas ideas y recomendaciones, ahora que estamos trabajando en la Universidades con los nuevos planes de estudio y por lo tanto inmersos en reformas]. El texto se divide en dos partes:

En
la primera se hacen una serie de reflexiones sobre cinco iniciativas o proyectos que han tenido como objetivo la Educación superior, a saber, LEAP, Liberal Education and America’s Promise, para una educación liberal de todos los estudiantes; DEEP, Documenting Effective Educational Practice, que aboga por la colaboración en el campus de profesores, bibliotecarios y personal relacionado; Learning Reconsidered, centrado en la experiencia el estudiante; Reinventig Undergraduated Education y por último las Information Literacy Competency Standars for Higher Education de la ACRL y traducidas por Cristobal Pasadas, de las que destaca la necesidad de que todas las fuerzas de la universidad deben colaborar en el éxito del aprendizaje.

A continuación se hacen algunas valoraciones acerca de las similitudes y objetivos comunes que estos informes tienen:
  1. Buscan un nuevo tipo de enseñanza que, más allá de las habilidades tecnológicas o digitales, se propongan conseguir un compromiso entre profesores, bibliotecarios, consejeros y otros estudiantes para que todos sean parte activa del proceso de aprendizaje.
  2. Se reconoce el cambio en las expectativas de los estudiantes y la falta de respuesta por parte de la Universidad a unos alumnos que llegan con una gran diversidad de experiencias, preparación, motivación y no salen con las habilidades necesarias para una nueva economía del conocimiento, móvil y global. La mayoría de estos documentos hacen sugerencias y recomendaciones de lo que los alumnos deberían conocer y saber hacer tras su graduación.
  3. Los alumnos deben adquirir una serie de competencias que contribuyan a su éxito: competencias informacionales y de comunicación y otras cognitivas cruciales para su aprendizaje a lo largo de toda la vida en una economía del conocimiento, basada en un entorno que crece y cambia de forma muy rápida. De ahí la importancia de enseñar al estudiante a descubrir, articular y vivir dentro de su personal código ético.
  4. Aprendizaje colaborativo, con profesores y estudiantes interactuando con un objetivo común.
  5. Continua mejora del proceso, y responsabilidad de medir los éxitos y los fallos, tarea que debe ser compartida con los bibliotecarios.
  6. Integración de la formación en competencias de forma vertical en el currículo, ya que la mejor forma de adquirir estas habilidades es en el contexto de una disciplina y no a través de aislados cursos que no resultan relevantes ni motivantes para los alumnos preocupados solo por sus carreras.


Lo más importante de todo es “enganchar” al alumno con su propio proceso de aprendizaje, motivarlo con los contenidos y la aplicación práctica de esos contenidos, y ponerlos en situación de que desarrollen sus propias estrategias de aprendizaje, dentro y fuera de las clases, con los profesores y educadores en general, para que desarrollen su propia pasión y curiosidad.

En la segunda parte del artículo, se profundiza en el papel del bibliotecario y las bibliotecas en el proceso de renovación de la enseñanza superior, y destacamos las siguientes recomendaciones:
  1. Establecer puentes entre los cursos de formación que oferta la biblioteca, curriculares y co-curriculares. Las bibliotecas como espacios de aprendizaje ofertan cursos en habilidades de investigación y uso de la biblioteca, pero también estos cursos deben ser parte de sus propios trabajos de clase, deben estar integrados en los propios desarrollos de las asignaturas por los motivos que ya se han dado.
  2. Los bibliotecarios son expertos en desarrollar habilidades para la economía del conocimiento, que precisa competencias críticas como las necesarias para determinar la naturaleza de la información que se necesita para resolver un problema, encontrar la información adecuada y evaluar su calidad y utilidad, aplicar y analizar la información para crear un nuevo conocimiento, y comprender los aspectos éticos y económicos del uso de la información. Los bibliotecarios desarrollan valiosas colecciones de recursos y trabajan por mejorar sus interfaces de acceso, están muy cualificados para descubrir recursos de difícil acceso y poseen una gran tradición en trabajos colaborativos y en compartir su experiencia. Trabajan con profesores y otros formadores en la impartición de cursos de formación y en la elaboración de tutoriales y materiales que faciliten a los alumnos la adquisición de estas habilidades críticas.
  3. Bibliotecas como laboratorios. No es frecuente encontrar universidades que contemplen sus bibliotecas como laboratorios, sin embargo los autores de este capítulo así las definen: en ellas los estudiantes aprenden a formular hipótesis, determinar preguntas, aprender sobre principios destacados, desarrollar algunas habilidades técnicas, observar y anotar, preguntar, explorar, analizar e interpretar datos. Todas estas experiencias de aprendizaje que se pueden tener en las bibliotecas deben estar integradas en los cursos y no ser consideradas co-curriculares o que respondan a la propia iniciativa del estudiante. Y desde luego, nunca serán bien adquiridas estas competencias en una breve y aislada sesión en la biblioteca.
  4. Valor profesional y entorno de apoyo. Los bibliotecarios llevan mucho tiempo adelantándose a las necesidades de los usuarios y ofreciendo nuevos servicios, como puede verse en la literatura profesional, con una fuerte cultura de servicio que potencia su papel de educadores. En las últimas décadas se han centrado en su papel de apoyo a la docencia, investigando y contribuyendo a esta área con espacios de aprendizaje y con un papel cada vez más activo de colaboración con el docente en el proceso educativo. En el terreno tecnológico, también han sido los primeros en adoptar las nuevas tecnologías a sus procesos y servicios.
  5. Desarrollo de la docencia, colaboración y trabajo en red. Los bibliotecarios se han convertido en colaboradores del docente informándoles sobre los cambios en las tecnologías de la gestión y acceso a la información, identifican y desarrollan tendencias en la publicación científica de las distintas disciplinas y filtran y suministran esta información a docentes y personal en general.

Los bibliotecarios deben colaborar con otros bibliotecarios en optimizar las tareas técnicas de la biblioteca, desarrollar grupos de trabajo que mejoren sus servicios, colaborar con los docentes en la formación de los alumnos en ALFIN integrado en sus proyectos de investigación, colaborar en consorcios con otras bibliotecas para la compra de recursos, y trabajar incansablemente con otras instituciones dentro y fuera de la universidad para que el paquete “biblioteca universitaria” funciona de forma coherente y sin tropiezos.


Para terminar este capítulo, éstas son algunas de las recomendaciones que los autores (bibliotecarios) hacen a las autoridades académicas:
  1. Incluye a los bibliotecarios en la planificación académica
  2. Incorpora la ALFIN entre las competencias a trabajar en tu centro
  3. Integra la ALFIN en las disciplinas en forma curricular junto con otras como las de comunicación
  4. Relaciona los cursos de formación de la biblioteca con las materias que se imparten en el currículum
  5. Colabora con los bibliotecarios en el rediseño de los cursos
  6. Consulta con los bibliotecarios para crear espacios de aprendizaje para los alumnos en los espacios de la biblioteca

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